martes, 17 de septiembre de 2013

RECUERDOS

El otro día, escribiendo a una amiga, me surgieron una serie de recuerdos que me hicieron tomar conciencia de, digamos, lo mayor que voy siendo, o si lo preferís, lo viejo que soy.

Pensaba en mi abuela, y en mis primeros años de vida. 

Recuerdo que vivía en Lavapiés, en una vieja corrala de la calle Zurita, casi esquina a la calle de La Fe, que hace ya bastantes años que no existe. Debía tener aquel edificio mas de doscientos años. De planta cuadrangular, tenía un gran patio, debe decirse que empedrado, pero sería mejor decir encantado, si la palabra fuese permitida para expresar que el pavimento era de cantos rodados. Las viviendas, salvo algunas exteriores que tenían la puerta al hueco de escalera, daban todas y tenían el acceso por las galerías que daban al patio. Las casas no disponían de cuarto de aseo, por supuesto, y había uno común y único por planta, que era un cuartucho totalmente negro de la basura que tenían las paredes, que no se debía haber pintado desde el día que hicieron la casa. Los corredores también estaban mugrientos por la suciedad acumulada durante tantos años. 

La vida en aquel edificio era típica de este tipo de construcciones, en las que se sabía casi mas de la vida de los vecinos que de la de la propia familia. Tengo recuerdos de una pelea entre un matrimonio, con los vecinos acudiendo a separarlos, de otro de los vecinos que era un carterista profesional, algo que allí todo el mundo conocía y al que se aceptaba como a cualquier otro vecino, de los veranos con los hombres en camiseta sentados en el corredor tomando el fresco y de las verbenas que se montaban en el patio en verano, pero no para visitantes y turistas sino para ellos mismos.

Unos tíos míos vivían en una de las viviendas que consistía en un dormitorio, que con el armario ocupaba casi todo el espacio, y que hacía que el que dormía al lado de la pared tuviese que pasar por encima del otro para poder acostarse; un cuartito de estar en el que la mesa y un pequeño aparador, solo dejaban sitio para media docena de sillas, muy juntas y en las que era difícil acomodarse, y una cocina en la que el fregadero hacía también las veces de lavabo y en donde, a falta de ducha, se lavaban el cuerpo por partes. Además creo recordar que aquel fregadero y su agua corriente lo tenían por una obra que habían realizado ellos en la vivienda, que anteriormente ni con eso contaba.

Era una casa en la que, sin retoque de ningún tipo, incluyendo a sus habitantes, habría podido rodarse La Revoltosa o cualquier otra zarzuela de ambiente madrileño. Era entonces, en los años cincuenta, una casa peculiar, aunque aún había otras muchas del mismo estilo.

Y entonces, pensando en aquello, me di cuenta, que una parte de mi vida en sus comienzos, había transcurrido en un ámbito puro de zarzuela, que habría podido conocer a cualquier Don Hilarión, y que todo aquello lo contemplaron mis ojos directamente, y fue entonces cuando penseé en los muchos años que ya tengo.

Son solo recuerdos pero de los que te hacen reflexionar.