BIENAVENTURADOS CASI TODOS MENOS UNOS POCOS
Bienaventurados los que padecen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán hartos. Tan bonita como cualquiera de las otras
bienaventuranzas, pero totalmente irreal.
Bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran, los
misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos y los que padecen
persecución. Son las otras siete. Es indudable que la religión católica no
quiere gente alegre y rebelde al propugnar todo lo anterior. Nuestros padres de
Roma quieren gente sumisa y que sufra, que a esos se les controla mejor. Y
vamos que si nos controlan, que para cuatro pecadores que somos y que solo
decimos tonterías, la sacrosanta iglesia impone su ley y su orden en el
conjunto de la sociedad.
Bueno, como en tantas cosas, la masa, que no los políticos o
la iglesia, impone su ley.
Y la ley ahora es ser buenos y temerosos de dios y de
nuestros amos, que solo con la oración y la conmiseración de los que nos
dominan, conseguiremos de nuevo la comodidad social que es lo que nos preocupa.
Y los que lo único que quieren es destruirla, son los que protestan, los que se
rebelan, y los que hacen peligrar las migajas que nuestros dueños y señores nos
dan. ¡No vayamos también a perderlas!. Y si hay que crucificar a los nuevos Cristos,
pues se les crucifica. Todo sea por las migajas.
Y así los días pasan, los meses pasan, los años pasan, que
la esperanza de nuestra sociedad no decae. Eso si, mientras que seamos buenos y
temerosos de dios. Y para ello sigamos confiando en nuestros políticos, esos
grandes hombres y mujeres que se sacrifican por nosotros, por nuestro
bienestar, por nuestro futuro.
Y entre tanto, los disconformes seguiremos alzando las manos
al cielo, esperando que las buenas maneras y los gritos implorando justicia,
caigan de ese cielo. Pero me temo que será como lo del pajarito de las
manifestaciones, que nunca cae.
Bueno, supongo que digo todo esto porque soy un amargado, que no ve la
vida con alegría y con la esperanza necesaria para seguir pidiendo las
migajas. En el fondo soy un irresponsable insatisfecho, equivocado por supuesto, que no tiene derecho a
vivir en el paraíso en el que nos encontramos.