domingo, 28 de octubre de 2012


BIENAVENTURADOS CASI TODOS MENOS UNOS POCOS

Bienaventurados los que padecen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. Tan bonita como cualquiera de las otras bienaventuranzas, pero totalmente irreal.

Bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos y los que padecen persecución. Son las otras siete. Es indudable que la religión católica no quiere gente alegre y rebelde al propugnar todo lo anterior. Nuestros padres de Roma quieren gente sumisa y que sufra, que a esos se les controla mejor. Y vamos que si nos controlan, que para cuatro pecadores que somos y que solo decimos tonterías, la sacrosanta iglesia impone su ley y su orden en el conjunto de la sociedad.

Bueno, como en tantas cosas, la masa, que no los políticos o la iglesia, impone su ley.

Y la ley ahora es ser buenos y temerosos de dios y de nuestros amos, que solo con la oración y la conmiseración de los que nos dominan, conseguiremos de nuevo la comodidad social que es lo que nos preocupa. Y los que lo único que quieren es destruirla, son los que protestan, los que se rebelan, y los que hacen peligrar las migajas que nuestros dueños y señores nos dan. ¡No vayamos también a perderlas!. Y si hay que crucificar a los nuevos Cristos, pues se les crucifica. Todo sea por las migajas.

Y así los días pasan, los meses pasan, los años pasan, que la esperanza de nuestra sociedad no decae. Eso si, mientras que seamos buenos y temerosos de dios. Y para ello sigamos confiando en nuestros políticos, esos grandes hombres y mujeres que se sacrifican por nosotros, por nuestro bienestar, por nuestro futuro.

Y entre tanto, los disconformes seguiremos alzando las manos al cielo, esperando que las buenas maneras y los gritos implorando justicia, caigan de ese cielo. Pero me temo que será como lo del pajarito de las manifestaciones, que nunca cae.

Bueno, supongo que digo todo esto porque soy un amargado, que no ve la vida con alegría y con la esperanza necesaria para seguir pidiendo las migajas. En el fondo soy un irresponsable insatisfecho, equivocado por supuesto, que no tiene derecho a vivir en el paraíso en el que nos encontramos.

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