sábado, 21 de mayo de 2016

DE POLÍTICA, MANIFIESTOS Y BABOSOS


Los movimientos artísticos del siglo XX se diferenciaron en muchas cosas de cualquier otra corriente artística a lo largo de la historia, pero una cosa que tuvieron de peculiar y en común, con algunos también del XIX, fueron los manifiestos, que son “declaraciones públicas de principios e intenciones”. Cada movimiento, además de inventar una forma nueva de hacer arte, aunque dudo que algunos de arte tengan algo, lo primero que hacían era decir de forma taxativa en lo que consistían y en también manifestar, que para eso eran manifiestos, que el suyo era el verdadero arte y que fuera de ellos, el arte no existía, negando la mayoría, todo el arte anterior, y algunos diciendo, pobres imbéciles, que, por ejemplo, un coche de carreras era mucho mas arte que la Victoria de Samotracia, como fue el caso de los Futuristas, en su manifiesto, escrito por el poeta Marinetti.

Se dice que, solo en el plano artístico, se escribieron unos quinientos manifiestos. Cada dos por tres, salía un baboso nuevo, proclamándose genio y soltando alguna lindeza como la descrita. Pero cada uno es muy libre de decir lo que quiera, como es mi derecho el pensarles babosos. Lo peor, para mi, está en los intelectuales del arte, en la crítica, en la prensa, que les ensalzaba y jaleaba. Claro que, entiendo perfectamente el papel de esta gente, ya que “la pela es la pela” y había y hay mucho pela en juego en todo esto, ya que, al final de la cadena, siempre existe un coleccionista que paga, también pensando solo en hacer negocio, y eso es lo importante.

Pues bien, al igual que en los movimientos artísticos, esta situación se dio y se da en los movimientos políticos, que cada uno que sale o que permanece, suelta su genialidad y se proclama único y verdadero, como todas las religiones. Y es que el papanatismo humano no tiene límites.

Y como el tema que me centra ahora, es el político, pues a él voy.

En unos momentos en los que la política está muy revuelta, lo único que parece importar a cada cual, eso si, siempre en nombre de la sociedad y de los ciudadanos, que se llenan la bocaza todos de decirlo, es proclamar su verdad única, su saber “genial” sobre soluciones, y su decir que el único camino posible para encontrar El Dorado, son ellos, cada uno el suyo, y que lo demás son patochadas, extremismos y ganas de colocarse, pero que ellos son espíritus puros. Y por supuesto, como en lo del arte que comento, lo único que importa a cada cual es “la pela”, que siempre ha sido lo primero, pero hoy lo es más que nunca.

Y el escribidor, que se siente mísero, indefenso y cansado, muy cansado, de escuchar a imbéciles, y que solo desea la honradez en lo público, desearía descansar de eso, de tanto imbécil como hay suelto en la vida pública. Pero el escribidor, palabreja usada, creo recordar, por Vargas Llosa, no tiene forma de evadirse, de poder descansar, de dejar de oír cosas sobre la magnificencia de las ideas y la pureza de los espíritus, y se jode y baila, y soporta por todos sitios, el bombardeo de mensajes y lo sublime de las intenciones. Y el escribidor, que quiere huir, solo huir, al menos unos días, no puede hacerlo y continua siendo constantemente torturado a todas horas, excepto cuando está durmiendo, aunque también, a veces, sueña con ello. Es por ello, que, el escribidor manifiesta también a veces, la tristeza porque los tiempos de la guillotina pertenezcan al pasado, y no podamos gozar del bonito espectáculo que supondría el verla trabajar, por ejemplo, en la plaza Mayor, durante unos días. Dicen que durante la Revolución, las señoras iban a sentarse junto a “madame Guillotine”, y mientras que ésta hacía su trabajo, ellas hacían punto y reían, Hay días en los que estaría dispuesto a aprender a tricotar, con tal de reverdecer aquellos momentos y disfrutarlos en primera persona, viendo una larga fila de políticos y otros entes de similar pelaje, “pasar por caja”. Pero hoy no tenemos, desgraciadamente, a Robespierre, por ahí suelto.

Y todo esto, motivado por el hecho de que no es posible dejar de oír y ver cada día alguna, normalmente varias, lindezas de megalomanía, pureza de espíritu y posesión de la verdad del payaso de turno. Payasos, pero que creo que hacen mucho mal, al menos a mi. Pero bueno, al fin y al cabo, las líneas anteriores, son otra lindeza, tal vez el manifiesto, de otro payaso, que le pide peras al olmo. Y eso no es posible, que los olmos no dan peras, como tampoco lo es lo de librarse de toda esa gentuza.

Necesita decir esto, y lo digo. Tal vez necesitaba lanzar yo también mi manifiesto. Mañana trataré de recuperar el optimismo.


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