El arte occidental ha sufrido una
evolución en los últimos ciento cincuenta años, como no había sufrido a lo largo
de miles de años de historia anterior. Aunque hoy el mundo avanza muy deprisa, y
posiblemente esta evolución, que mas bien es revolución, durante el XIX, se fue
acelerando pero mantuvo un ritmo acorde con los tiempos, en mi opinión, durante
el siglo XX se desmadró totalmente, y otra vez según mi opinión, ha llegado
hasta la actualidad, con el cambio por el cambio, con que ya nada vale de lo
anterior solo porque no es moderno, y que ha dado lugar a autenticas memeces.
Hoy quiero hablar de Marcel
Duchamp, que, otra vez para mi, es un personaje, cuanto menos, peculiar. Y para
construir su historia, como siempre, me apoyo en la Wikipedia.
Nace en 1887, en plena época
impresionista, aunque para cuando él quiere estar en el mundo artístico, ya se
ha pasado y estamos en la época de los “ismos”. Fue el tercero de seis hermanos,
y los dos primeros se dedicaron a pintar, posiblemente por un abuelo que se
enriqueció y se retiró para dedicarse al grabado y a la pintura. Marcel, en sus
comienzos, se dedica a los carteles, como había hecho el segundo de sus
hermanos, ambos influidos por Toulose-Lautrec, y en sus primeros cuadros al
óleo, se le nota la influencia impresionista. Con diecisiete años se traslada a
Montmartre, como la mayoría de los artistas de aquel tiempo, y gracias a una
asignación de su padre. Hacía 1908 se aprecia en sus obras un cierto estilo
fauvista, del que el principal exponente fue Matisse. También se le asigna una
cierta influencia de Cezanne. Pero en esta su primera época, no hizo demasiadas
obras y se le reconoce un cierto titubeo artístico.
A partir de 1911 empieza a fijar su
estilo y se acerca al cubismo. Pero comienza también con un carrusel imparable
de continuos cambios que hacen que cada nuevo cuadro siga una línea y estilo
diferente al anterior. Viaja a Munich y allí se siente atraído por la obra de
dos pintores alemanes, que le llevan a la “locura de lo inesperado” y a que las
obras no deben contener “nada salvo combinaciones de objetos
totalmente imaginarios”, aunque lo abstracto, por mas que pueda parecer
relacionado con lo anterior, le resultaba indiferente. Comenzó entonces una
serie que se ha denominado de transición de virgen a novia, Pero en esta época
ya había abandonado el cubismo y la representación del movimiento, estaba
cansado de pintar y se dedicó a buscar el camino para encontrar una gran obra y
de envergadura.
Una
exposición que puso en contacto a las vanguardias estadounidenses y europeas,
tuvo cuadros de Duchamp, y uno de ellos generó largas colas para poder
contemplarlo, lo que le situó definitivamente en la fama, aunque él siguió
trabajando en una vieja idea que denominaba El Gran Vidrio. Y así llegó a la
mecanización del trazo, aplicando incluso el dibujo lineal, con lo que eliminaba
el talento en la manufactura de la obra. Luego recurrió al azar, y dejando caer
tres trozos de hilo en un lienzo, pintó las líneas que habían marcado y las
repitió en otras partes del cuadro. Al cuadro le llamo Zurzidos. Luego hizo su primera
aproximación al ready-made, que era una rueda de bicicleta, encima de un
taburete. Después compró un portabotellas normal y lo definió como escultura ya
hecha. Ya en Nueva York, a donde se trasladó después, compró una pala
quitanieves, la colgó del techo con un cable, la tituló In advance of the Broken Arm y la firmó.
Es su primer ready-made de verdad. El término ready-made, significa algo así
como “confeccionado”, o sea, que estas obras de arte son objetos normales que se
venden en una tienda, se colocan o explican de alguna forma, y pasan a ser obras
de arte, según Duchamp, y muchos críticos que lo apoyan.
Y
en una exposición de 1917, y bajo un seudónimo, presentó una obra titulada
Fuente. La mencionada fuente era
un urinario que había comprado, que tumbó y que firmó. Unos lo consideraron una
broma o tomadura de pelo, y otros se escandalizaron. Alguien la fotografió y
luego la obra desapareció. La foto se publicó posteriormente y se desveló su
autor real, que como ya era famoso, hizo que fuese considerada de inmediato como
obra de arte.
Creo
que no es necesario continuar. Solo decir que después ocupó gran parte de su
tiempo con el ajedrez, que acabó su magna obra, El Gran Vidrio, que pasó desapercibido
pero que, estando en un rincón llena de polvo, Man Ray la fotografió y entonces se convirtió de inmediato en una gran obra de arte, que siguió con sus ready-made aunque cada vez
trabajaba menos en el tema artístico, y que cada día su fama y su aureola de
magnifico creador, se fue incrementando.
Murió
en 1968.
Volviendo
al inicio, dejo en manos del lector, el opinar si los ready-made son arte o no, si los
que los hacen son auténticos creadores como dice la crítica, o si tanto Duchamp
como la crítica que lo aplaude forman parte de esa pléyade de memos que decía
que adornan el arte del siglo XX. Yo soy de esta última opinión. Tal vez sea
antiguo, conservador o artísticamente inculto, pero el que si yo, mañana cojo
una botella, la pongo boca abajo encajada en el mango de un desantracador de
fregaderos y le pego una flor de plástico arriba, no sea considerado como obra
de arte y solo una payasada, pero si la hubiese firmado Marcel Duchamp, sería
una genialidad, me parece totalmente estúpido. Eso, o el urinario, para mi ni
son obra de arte ni lo serán nunca a pesar de la opinión del autor y de la
sacrosanta critica.
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