Hace unos
días estuve viendo Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano, en la Naves del Español. Voy a hacer
un comentario, bajo mi punto de vista, no solo de la obra sino de lo socrático.
Está basada
en la Apología
de Sócrates de Platón, y describe el último tiempo de Sócrates con la
acusación y la sentencia que le obliga a suicidarse, así como sus últimos
momentos. Tiene parte explicativa y partes en la que se recrean sus diálogos
como el de su defensa o ese último de antes de morir. No me aportó nada nuevo
en cuanto a conocimientos sobre la vida del filósofo, pero es delicioso
recordarlo y volver a vivir eso, con toda la fuerza de su pensamiento y sus
ideas. Además, el papel del filósofo es interpretado por Pou, como solo Pou
sabe hacerlo, que para mi, si no el mejor, es uno de los mejores actores de la
escena española actual, por su saber hacer y porque transmite la experiencia
sobre el escenario de sus setenta años. Ya digo, para mi es un auténtico
maestro que interpreta al filósofo como creo que nadie podría hacerlo.
Por otra
parte, y en mi incesante posición de considerarme dentro y parte de la obra, me
veo, me ví, como Sócrates, con el que me encuentro una similitud de ideas
tremenda. Me identifico con su desprecio a la clase política, con su
consideración de que son todos mentirosos, aprovechados, sinvergüenzas y demás
lindezas, y en que el ser humano siempre se debe manifestar con la verdad por
muy malas consecuencias que nos traiga. Nunca se debe traicionar ese amor a la
verdad por encima de todo y a la expresión de nuestro sentir sobre esa verdad.
Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo con las formas, ya que Sócrates
mantiene la calma, y aunque quiere imponer su idea, lo hace o lo intenta a
través de la pregunta y respuesta, del diálogo, aunque siempre lleve el final
el tema a donde le interesa, lo cual es normal. Si yo tuviese esas formas, en
vez de embestir de frente, otro gallo me cantaría, aunque de esa forma, a lo
mejor era considerado mas peligroso y me iba peor con mi entorno. No se.
Otra de las
cosas que me fascinan es su renuncia a hacer algo por salvar su vida, ya que
para ello debería manifestarse en forma distinta a lo que piensa, y por ahí no
pasa, a pesar de que el precio de no hacerlo sea su vida. Hay que ser muy
grande para hacer eso. También me falta el saber vivir siendo pobre, aunque no
creo que sea eso muy fácil en la sociedad de hoy.
Por lo
demás, parece que no era el mejor esposo, el mejor padre y el mejor amigo, en
el sentido de que todo lo sacrifica por su verdad, por su filosofía que la hace
de vida, y por su pensamiento, Esto provoca el reproche de su mujer, aunque
reconoce que es el mas bueno, el mas sabio, el mejor ser humano del mundo.
La adaptación
de la obra aprovecha también para darle caña a la sacrosanta y nunca bien
ponderada democracia griega, que allí solo
valían los ciudadanos, pero no las ciudadanas, los esclavos, los extranjeros y
un puñado mas, aunque yo, para ser la primera, no lo considero mal del todo, pero lo que
si que me parece estúpido, es que los magistrados, los “diputados”, fuesen
elegidos por sorteo entre los ciudadanos. En fin.
No se, ni
me importa, si Sócrates fue de verdad o fue simplemente la expresión o un
heterónimo de Platón, pero me da igual. Es un personaje maravilloso, fuese
quien fuese, tanto como personaje real o como expresión de una faceta de
Platón. Dice el programa de mano que es uno de los mejores filósofos de
siempre, y yo no estoy de acuerdo, que para mi es el mejor sin duda alguna, el
mas grande, el mas puro y el mas auténtico buscador de la verdad y la
sabiduría.
Para acabar
el comentario, solo decir que hay cosas metidas en la obra que se salen del
contexto pero no desentonan y provocan la risa, como al comienzo, cuando
empieza a hablar, que recuerda aquello de no hacer fotos y apagar los móviles,
pero todo ello como si fuese el verdadero Sócrates el que lo dijese en su alocución.
En resumen,
una obra deliciosa, que no se si se puede considerar arte o no, pero que no me
importa en absoluto, y estoy feliz de haberla podido ver.
Y para despedida, la última
petición del gran maestro: a los atenienses:
“Cuando mis hijos lleguen a ser mayores, atenienses, castigadles, como
yo os he incordiado durante toda mi vida, si os parece que se preocupan más de
buscar riquezas o negocios antes que de la virtud. Y si presumen creer ser
algo, sin serlo de verdad, reprochadles como yo os he reprochado, exigiéndoles
que se cuiden de lo que deben y no creerse ser algo, cuando en realidad nada
valen. Si hacéis esto, ellos y yo habremos recibido el trato que merecemos”
Para pensarlo despacito.
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